Justicia del más allá
Los ladrones habían ingresado sigilosamente a uno de los mausoleos más antiguos del pueblo La Misericordia. Pertenecía a una de las familias más prominentes de la comarca.
Los delincuentes fueron moviendo cada lápida y al abrir los féretros hallaban un festín de alhajas, prendas de oro y piedras preciosas. Mientras transcurrian las horas, extasiados por el botín sustraído sus carcajadas eran de un ruido altisonante que despertaron al guachiman. Apúrate, Apúrate - dijo uno de los pillos. El ladrón para no perder tiempo, comenzó a cortar las manos llenas de anillos de los difuntos y las colocó en los sacos
Al llegar a la guarida, comenzaron con el trabajo de retirar las prendas y hacer el inventario de los que ellos denominaron "el crimen perfecto".
De pronto, el aire comenzó a enrarecer y un olor a azufre impregnó el lugar. Los ladrones sorprendidos ante aquel extraño ambiente, hicieron caso omiso a dicho olor nauseabundo.
¡Abre la ventana ! - dijo uno de los ladrones. Mientras uno de los secuaces lo hacía, algo le congeló la sangre. En las afueras de su escondite estaba un grupo de personas apostadas.
El hombre tomó el arma y salió a enfrentarlos y cual fue su sorpresa cuando la luz de la luna llena reflejó aquellas personas. ¡Eran los difuntos que venían a reclamar justicia por el crimen cometido. El asustadizo hombre salió corriendo y al tropezar con una piedra se le detonó el arma muriendo al instante. Los otros compañeros no entendían lo que sucedía y al ver el cuerpo de su amigo yerto en el pórtico decidieron entrar presurosos a la casa, cuando de repente las mismas manos que ellos habían mutilado comenzaron a estrangularle hasta cegarles la vida.
Una justicia de ultratumba.
Alexander Miguel Perdomo Garcia.

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